domingo, 20 de enero de 2013


Aún me acuerdo de la primera vez que me hablaron de Franz Kafka. Fue en una clase de Literatura Universal. Aquel día estaba decorado por una neblina gris que aportaba al ambiente un auténtico hálito de misterio.
Recuerdo que estábamos hablando de los “poetas malditos” y de sus vertiginosas vidas. Y, una alumna de clase, o alumno, no recuerdo, preguntó a la profesora acerca de este autor y “personaje”. Ella suspiró. Cómo si le estuviesen preguntando acerca de un “imposible”. Y es que, evidentemente, Kafka lo era.
Ella nos contó que Kafka había tenido una vida y personalidad compleja que merecía la pena  conocer. Y añadió que, más adelante, nos hablaría de él. Pero yo, y mi increíble instinto curioso, decidimos investigar, antes de hora, acerca de Kafka.
Siempre me han resultado “atractivos” los escritores envueltos por una “capa” de misterio; de “destrucción” por una constante introspección . Presas de su propia existencia. Complejos.
Así que decidí informarme sobre él. Y fue una especie de “amor literario a primera vista” (como me gusta llamar a estos encuentros casuales, cuando existe una especie de “química” entre el autor y el lector/a).
No sé porqué me agradó aquel rostro distante pero, a la vez, clamando cercanía a la vida.
Leí un poco de él y espere, ansiosa, a conocerle en “La Metamorfosis”.
Y, no miento, si digo que pase los días, antes de que iniciásemos la lectura del libro, acudiendo a las páginas donde se hablaba sobre Kafka. Perdiéndome en su mirada gélida y en sus palabras. Y esto, me hizo restar un poco de atención a Bauldelaire.

 Al poco tiempo , leímos “La Metamorfosis”. Y me “enamoré” aún más, si cabe. ¿Cómo de una historia tan sencilla había podido nacer algo tan grande?. Había condensado su vida, y su prosa, en aquel pequeño escarabajo que infundía una “terrible” simpatía. Gracias a sus palabras llegue a ver esa angustia; esa “mitificación” de la vida que lleva a cabo todo artista.
Y deparé en cada una de las interpretaciones. Así que, llegué a la conclusión de que “La Metamorfosis” es una especie de “juego” literario para describir la vida. Para despertarnos.
Y, a veces, el argumento más sencillo da lugar a las historias más complejas (cosa que, debería apuntarme como consejo para mis humildes historias, relatos y novelas.....)

 La historia mía y de Kafka continuó. En Verano, escribí un relato sobre él. Hablaba de un escritor que no se atrevía a mirar ,a los ojos, a los transeúntes. Le producía pavor. Pero, en sus historias, hablaba de esos “contactos visuales” que él imaginaba. No dije en ningún momento el nombre de aquel escritor “esquivo”. Pero, era sin duda Kafka.

Otra anécdota curiosa es que nada más acabar la selectividad (que recuerdo que salí sobre las cinco, cinco y media, me  acerqué, a paso rápido, hacia una pequeña librería de mi barrio y pregunté por Kafka, como quien pregunta por “María” o “Juan”. Como si en cualquier momento me pudiesen decir “ha salido al bibliocafé”. Pero, la dependienta me mostró los pocos libros que tenía de él. Creo que se trataban de “El proceso” y “El castillo”, pero estaban “tristes”, amarillentos...Así que decidí seguir buscando acerca de él.

 
Estas Navidades decidí regalarme, a través de mi padre, “Carta al padre y otros relatos” de Franz Kafka (también me enteré de la existencia del libro “Conversaciones con Kafka”, pero ya no se publicaba y adquirirlo de segunda mano costaba unos sesenta euros).
Aún no me lo he podido acabar  (malditos exámenes.....), pero me quedan pocas páginas. La “Carta al padre” me dejó helada. El atrevimiento de Kafka es digno de admirar. Y a su vez, su constante lucha por no desagradar a su padre. Y ese amor, que surge de esa especie de “insatisfacción” que entre ellos existe.
Y pude ver, al Kafka débil. Con su escuálida figura y su mano temblando mientras se desnudaba ante el papel. Avergonzado,quizás,de él mismo.
Ahora continúo con los relatos. Son mezclas de varios y algunos de ellos, la mayoría, no están acabados y solo existen fragmentos.
Aun así, puedes captar su mensaje. Su obsesión. El retazo de auténtica vida que te muestra.
Así que doy las gracias a Max Brod. Al “verdadero” amigo de Kafka que impidió quemar sus obras (como era deseo de este complejo y, admirable, escritor).

 

Os dejo, pues, con la presentación de uno de mis “amores literarios”.
 
 

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